
La pereza que hace años sentía por desvestirse se había cambiado por la reticencia a levantarse y abandonar el lecho en el que tanto había disfrutado.
Rememoró las caricias tímidas, sus pezones alzándose desafiantes, su cuerpo ansioso, su sexo húmedo. Volvió a sentir el sabor amargo en sus labios, el pene erecto en su boca, la lengua recorriendo sus otros labios.
Y mientras pensaba, una mano recorre la curva del muslo cómplice, deteniéndose en ese culo tantas veces agarrado con pasión, sintiéndose de nuevo excitada. Casi sin darse cuenta, rozó con su pelo la nuca de su amante y apretó el pecho contra su espalda.
Él despierta y la mira con el brillo del deseo en los ojos. Un beso, húmedo y largo, sella la petición: Ámame, que me da pereza volver al mundo real.
7 comentarios:
La imaginación... el mayor de los poderes.
Mmmmm llega un momento con los años en que sólo te va quedando la imaginación... ¡Menos mal!
Es también maravilloso jugar con los pensamientos....con los recuerdos o con nuevos momentos no vividos pero imaginados....
Besitos.
Quíen se alejaría del lecho teniendo en sus manos tanta entrega . Que antiguo hábito podría vencer el placer de descubrir el universo del cuerpo .
Con es presente ¿quién se preocupa por el mundo real?
ammm hay a veces que yo no puedo vivir sin imaginacion escaparse de aqui dejar volar tus problemas...
... y disfrutar de un gran polvo matutino :)
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