
Hoy he llegado a casa, y los ecos del silencio me han dado la bienvenida. No se ha acercado tu perfume a darme la bienvenida, tímido, rozando levemente mi nariz, al abrir la puerta.
Yacía la cama vacía, cual cadáver, atravesada por una franja de luz que se filtraba por la persiana. Sábanas frías y el retumbar de mis pasos en el corredor. ¿Es esto lo que me espera?
¿Dónde quedan tus caricias, mis gemidos, nuestro goce? ¡Si ni mis manos obedecen ya mi deseo! Te has llevado, perdida entre tus libros, mi pasión. Soy un cuerpo inerte, una sombra del ayer perdida en un cajón, olvidada.
Abandonaste mis pechos en las manos heladas del adiós; y a mi sexo, húmedo y ansioso de ti, herido por un ardor insaciable, huérfano de amante, no le quedan ya fuerzas para recordar las vibraciones que antes, con tu lengua, provocabas.
Yacía la cama vacía, cual cadáver, atravesada por una franja de luz que se filtraba por la persiana. Sábanas frías y el retumbar de mis pasos en el corredor. ¿Es esto lo que me espera?
¿Dónde quedan tus caricias, mis gemidos, nuestro goce? ¡Si ni mis manos obedecen ya mi deseo! Te has llevado, perdida entre tus libros, mi pasión. Soy un cuerpo inerte, una sombra del ayer perdida en un cajón, olvidada.
Abandonaste mis pechos en las manos heladas del adiós; y a mi sexo, húmedo y ansioso de ti, herido por un ardor insaciable, huérfano de amante, no le quedan ya fuerzas para recordar las vibraciones que antes, con tu lengua, provocabas.