El chocolate caliente cae por mi pecho, acariciándome y encontrándose con tu lengua anhelante. Con los ojos vendados, sólo puedo intuir tu presencia, y anticipar cuál será el siguiente lugar que devorarás.
Siento tu aliento en mi cuello, la piel se me eriza y la impaciencia me carcome. Arqueo la espalda para hacerte partícipe de mi ansiedad, pero sólo consigo que te rías, juguetón.
Me pides que abra los labios, y un chorrito de chocolate se cuela hasta mi lengua. Me besas, y la dulzura se derrama. Abres mis piernas y te deslizas hacia mi sexo, dejando el tuyo al alcance de mi boca. Me bañas la entrepierna en chocolate y lo lames con intensidad, provocando gemidos que ahogo para no perder la concentración y disfrutar al notar cómo se tensa tu pene, tan cerca del orgasmo que tienes que pedirme que pare.
Ahora siento tu cuerpo sobre mí, y me penetras con fuerza. Me muerdes los labios chocolateados y te mueves al ritmo de mis caderas. Ardemos los dos en el fuego del deseo y el delirio. En la hoguera de uno de los placeres más antiguos.
5 comentarios:
Mmmm... pues no sé yo, me parece demasiado pringoso, ¡pero todo es ponerse! ;)
Yo espero que el chocolate no quemase mucho, como dice Vir, pringoso, pero todo es ponerse, ademas eso es hacer el amor con dulzura xD!
Dr. Tomby, claro que no quemaba hombre, no seas bruto! :P
Y a ambos os digo que, por una vez, tenéis que olvidaros de lo que se pueda manchar y disfrutar de las sensaciones sin miedo.
Un beso,
Magda
Hay que probar td.
De eso se trata, anónimo, de probar cosas :)
Publicar un comentario