Cuando salimos del local está empezando a llover, pero ambas llevamos dos copas de más y decidimos volver andando a mi casa. Vamos riéndonos, jugando a empujarnos, hablando sonrientes de lo bien que lo hemos pasado esta noche y de lo genial que es ese local de ambiente.

En cuestión de minutos, la llovizna se convierte en una lluvia torrencial y corremos las dos manzanas que nos faltan, corriendo y gritando como adolescentes. Llegamos y entramos en el portal con el corazón acelerado y la respiración entrecortada, mojadas de arriba a abajo. Nos miramos con la risa todavía prendida en nuestros labios y el tiempo se para.
Me acerco a ti y te acaricio la cara, acerco mi boca a la tuya sin besarte, sólo para sentir el calor de tu aliento, para provocarte el mismo deseo que arde en mi sangre. Aguantas tan sólo unos segundos, después me besas como si fueras un náufrago y yo tu isla desierta.
Subimos en el ascensor sin dejar de besarnos y mordernos, desabrochándonos la ropa empapada y dejando al descubierto trozos de piel erizada, subo tu camiseta y me lanzo a morder tus pezones erectos. Me agarras fuerte del pelo y llevas mi mano a tu entrepierna.
El ascensor llega a su destino y en un segundo hemos cerrado la puerta del piso detrás de nosotras. Respiro hondo y te beso una vez más. Quiero que esto dure toda la noche, así que te pido que me esperes mientras voy a por una toalla.
Continuará el próximo miércoles 3 de julio