
"T spro n l aeropuerto. Pont falda. Sin ropa interior"
Me sorprendí, y con razón, pues no era dado a efusividades sexuales y mucho menos a fantasías de macho dominante... al reponerme de la sorpresa no pude menos que plantearme si aquello iba en serio o no, y es que, aunque mi entrepierna se hubiera humedecido, algo de pudor y vergüenza asomaba a mi razón, ¿debía hacerlo?
Llegó el ansiado día del viaje y me arreglé con espero, frente al espejo de cuerpo entero, me pareció demasiado evidente la ausencia del sujetador bajo la camisa y me sentí desnuda al notar la tela de la falda rozando mis nalgas; así que, pese a la curiosidad que despertaba la nueva experiencia me puse la ropa interior con la intención de deshacerme de ella o guardarla en el bolso al llegar a mi destino. Pero una vez allí, la ansiedad por ver a mi amante me distrajo y olvidé por completo las instrucciones.
Cuando las puertas de la recogida de equipajes se abrieron y fui a su encuentro pude ver cómo su amplia sonrisa se tornaba en una mueca de desaprobación al intuir mi sujetador; expresión que se tornó de enfado al rozar mi culo y notar la costura delantera del culote.
Sin besarme, acercó sus labios a mi oído y me susurró que el castigo sería ejemplar... un escalofrío recorrió mi columna y sentí la instantánea reacción de mis pezones. Has sido muy mala, me dijo, y yo me derretí entre sueños de fetichismo.
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Esta historia continúa en Una cena muy especial