Aprovechas mis momentos de debilidad para conquistarme, cuando cansada me meto en la bañera ardiente y mi piel se torna más sensible, cuando los aromas de las sales de baño me adormecen, cuando cierro los ojos y me dejo mecer por la música chill out,...
Entonces entras como una sombra silenciosa y te sitúas tras de mí. Tus manos se sumergen en el agua rodeando mis brazos, subiendo hasta los hombros, los recorres en círculos y me susurras al oído cuánto te gusta mi cuerpo.
La temperatura está al máximo pero yo me estremezco cuando con un movimiento suave me retiras el pelo de la cara y desciendes hasta mis pechos. Pellizcas mis pezones y tu lengua avanza por mi cuello, fresca y juguetona. Pretendes cazarme, y entre el vapor de rosas me besas con la delicadeza de un amante inexperto. Inocencia puramente fingida, pues cuando tus dedos se sumergen de nuevo para perderse entre mis piernas demuestras cuan placenteras pueden ser las caricias.
Te mueves con mimo y dedicación, paseando la esponja por todo mi cuerpo, absorbiendo con tus labios mis suspiros, mirándome como si fuera lo más bello de este mundo. Nunca es suficiente, pero a regañadientes cedes ante mi petición de abandonar el baño.
Con la toalla te recreas un poco más, gozas secándome poco a poco, mientras yo me observo en el espejo y te indico entre risas qué trozos de piel has pasado por alto. Simulas enfadarte y me coges en brazos para lanzarme sobre la cama entre jadeos mezcla ya de diversión y excitación.
Y enredados, nos dedicamos toda la noche, como si fuera la última.
Entonces entras como una sombra silenciosa y te sitúas tras de mí. Tus manos se sumergen en el agua rodeando mis brazos, subiendo hasta los hombros, los recorres en círculos y me susurras al oído cuánto te gusta mi cuerpo.
La temperatura está al máximo pero yo me estremezco cuando con un movimiento suave me retiras el pelo de la cara y desciendes hasta mis pechos. Pellizcas mis pezones y tu lengua avanza por mi cuello, fresca y juguetona. Pretendes cazarme, y entre el vapor de rosas me besas con la delicadeza de un amante inexperto. Inocencia puramente fingida, pues cuando tus dedos se sumergen de nuevo para perderse entre mis piernas demuestras cuan placenteras pueden ser las caricias.
Te mueves con mimo y dedicación, paseando la esponja por todo mi cuerpo, absorbiendo con tus labios mis suspiros, mirándome como si fuera lo más bello de este mundo. Nunca es suficiente, pero a regañadientes cedes ante mi petición de abandonar el baño.
Con la toalla te recreas un poco más, gozas secándome poco a poco, mientras yo me observo en el espejo y te indico entre risas qué trozos de piel has pasado por alto. Simulas enfadarte y me coges en brazos para lanzarme sobre la cama entre jadeos mezcla ya de diversión y excitación.
Y enredados, nos dedicamos toda la noche, como si fuera la última.